Dos procesos de importancia creciente para las empresas son la
creación de tecnología y el espíritu emprendedor, que se han consolidado bajo el concepto de innovación. El
desarrollo de ventajas competitivas, por su parte, requiere disponer de un
sistema que descifre las numerosas señales emitidas por el entorno y los
mercados y permita observar la interacción de los factores que están operando.
Esta organización o modelamiento, así como el tratamiento de la información son
necesarias para definir las estrategias de innovación.
Una empresa que tenga acceso a información valiosa para su
competitividad, en una forma oportuna y adecuada, que cuente con una cultura en
la que se promueva la discusión y donde los miembros clave de la empresa
mantengan contactos con fuentes externas de información, y más importante aún,
que pueda transformar esta información en un producto "inteligente",
es decir, que brinde resultados de alto valor estratégico, verá incrementada
significativamente sus posibilidades para obtener innovaciones exitosas[1].
Este esfuerzo es ineludible si se considera la creciente complejidad
del entorno económico, que dificulta la detección de señales y el análisis de
los factores. A lo anterior se suma la existencia de una sobreproducción
científico tecnológica que provoca una saturación en la información. La
vigilancia supone, por tanto, el diseño de sistemas que nos alerten sobre los
cambios o las amenazas provenientes del entorno, identificando las tendencias
en materia de tecnologías.
El esfuerzo de vigilancia contribuirá a la innovación de procesos y
productos, respaldando la generación y detección de ideas y nuevas soluciones.
Permite, a su vez, ahorrar recursos al precisar la conveniencia de determinados
proyectos de I+D+i.
Estudios han comprobado la existencia de una relación positiva y
significativa entre las capacidades de gestión y de vigilancia tecnológica, y
las diferentes medidas de la capacidad de innovación. Existe un importante
vínculo entre el conocimiento tecnológico explícito y tácito, y dos elementos esenciales para la gestión
del conocimiento, la capacidad de vigilar y la capacidad de gestión tecnológica[2].
Una buena Vigilancia Tecnológica debe permitir conocer las tecnologías
en que se está investigando (publicando o patentando) en una determinada área,
las soluciones tecnológicas disponibles y aquellas emergentes, así como las
líneas de investigación y las trayectorias tecnológicas de las principales
empresas que compiten en el área. Es evidente que estas informaciones no sólo
sirven en proyectos de innovación concretos sino que son de inestimable valor
para la elaboración de la estrategia empresarial, entendida como la elección,
tras el análisis de la competencia y del entorno futuro, de las áreas donde
actuará la empresa y la determinación de la intensidad y naturaleza de esta
actuación[3].
Las herramientas de gestión de la tecnología resultan de utilidad para
el proceso de vigilancia tecnológica, dado que su conocimiento y manejo
permiten optimizar la eficacia de la vigilancia al conocer mejor su contexto,
grado de desarrollo y posible evolución; como pueden ser los árboles
tecnológicos y las matrices tecnológicas; que facilitan la evaluación del
significado de cualquier movimiento o desarrollo tecnológico de los
competidores[4].
Si la innovación tecnológica que estamos posicionando se basa en los
actuales enfoques tecnológicos implementados en la práctica, la llamamos una
innovación incremental. Si, en cambio, se basa en un dominio científico y de
ingeniería diferente, la llamamos radical. El lema de la primera es
"Mejor", mientras que el de la segunda es "La próxima
generación". Las innovaciones incrementales tienden a ser fácil de adoptar
porque requieren reeducación menor de los participantes y, probablemente, se
puede utilizar con la infraestructura existente las innovaciones radicales
normalmente son más difíciles de adoptar. Una de las cosas importantes sobre
tecnologías radicales es que una vez que se incorporan en el diseño dominante
tienden a adaptadas para nuevos usos. Estas adaptaciones a menudo proporcionan
funcionalidades y características no previstas cuando inicialmente se
introducen[5].
A partir de la información recogida y validada, la organización va a
dar sentido a la información: cruzando la información recopilada y poniendo los
elementos en perspectiva, poniendo la información en su contexto, analizando a
través de sus conocimientos y experiencia el valor y alcance de la información
recopilada, interpretando la información, construyendo escenarios, proponiendo
cambios y orientando la estrategia de la organización cualquiera fuera.
Así la información valorizada debe
ingresar en los Procesos de Decisión de las organizaciones y facilitar procesos
tales como los siguientes:
a) Generación o abandono de nuevos proyectos o
programas de I+D.
b) Compra y/o Venta de tecnología.
c) Contratación de
expertos exteriores.
d) Colaboración con entidades externas, centros
tecnológicos, universidades y empresas.
e) Cambios en la estrategia tecnológica
de la organización.
f) Externalización de ciertas tareas de I+D[6].
[2] Díaz
D., N. 2006. “El conocimiento organizativo tecnológico y la capacidad de
innovación”. Cuadernos de Economía y Dirección de Empresas. N° 27.
[3] Escorsa C., P., M. Bosch, R.
2002: “La vigilancia tecnológica, un requisito indispensable para la
innovación”. Seminario de Gestión del Conocimiento, EOIAmérica.
[4] Sánchez S., F., M. Cruz
González. 2012: “Desarrollo de Sistemas de Vigilancia Tecnológica en la
Acuicultura Española”. Journal of Technology Management & Innovation.
Volume 7.
[5] Speser P. 2006: “The art
& science of technology transfer”. John Wiley & Sons, Inc., Hoboken,
New Jersey.
[6] Perez, N. 2011. “Herramientas estratégicas para la
gestión de la innovación: ¨vigilancia tecnológica e inteligencia
organizacional¨. Programa Nacional de Vigilancia Tecnológica e Inteligencia
Competitiva - Programa VINTEC.